sábado, agosto 16, 2008

LOS DUENDES

Tomado de Leyendas, tradiciones y costumbres del Carchi de Prof. Fanny Villarreal Fierro En Dublín se dice que el duende es el espiritu de la piedra. La leyenda a nuestro pueblo y el pueblo la adoptó modificándola, vistiéndola de poncho y calzándola de alpargates, para hacerla nuestra, acoplarla a nuestra idiosincrasia. Si, el duende es el espíritu de la pierdras. Viven en los riachuelos y los ríos, también en acequias, y las pequeñas cavernas. Piedras con alma donjuanesca que se enamora de la niñas y las mujeres jóvenes de ojos grandes y pelo largo. - Mamá Pachita, alhaja está su nieta. Lindo el pelo, largo el pelo de la guambra. Si la llevara al río la van a "enduendar" Verbo "enduendar", adjetivo "enduendada" eran comunes entonces, enredados sin orden ni concierto, cuando la relatora era una mujer de la servidumbre entre (la media mamá consentidora y recia. Un poco tonta, un poco sabia, un tanto leal) Era sabido que las mujeres feas o viejas no tenían el privilegio de encontrar al duende, para ellas siempre eran piedras. Y como hay piedras de todos los tamaños debían haber jerarquías entre ellos. Duendes viejos de más categoría habitaban "El Alto de Tumán" y en el de la "Gruta de Rumichaca". Enormes piedras encierran el alma de duendes mayores, creo que allí vive el capo de los duendes. Duerme en su siesta de siglos, pasó el tiempo de hacer travesuras de adolescentes. Las piedras medianas son duendes jóvenes que inventa y discurre travesuras como pones tierra en la comida, lanzar piedras, romper huevos, agriar la leche o hacer que el pondo de agua se balancee sin apararente sostenimiento. Dolores, la enduendada se comió moras verdes y quedó los ojos desorbitados, alegre como pandereta da vueltas y vueltas, llamando a Joselito. Solo ella lo puede ver. No puede contenerla, el Joselito la llama, la lleva volando al río, con el baña, ríe y juega, le ha llenado su delantal de majada seca que ella como con fruición. El duende púber debió hacerle creer que eran manjares. El Joselito la ama. Por la noche tienen que amarrarla con fuertes sogas a la cama porque el hombrecito pequeño, con sombrero enorme de alas anchas, copa alta y picuda, le quiere mostrar el mundo resplandesciente. Cuidado te pase como a la Dolores, ni bañándola con agua de ajo se la pudo desenduendar. Los niños queríamos ir al río, beber su rumor, agitar sus aguas, romper su curso y caminar dominándolo como héroes de pacotilla, pisando su mancedumbre. Ah!, No! Allá no! No más allá. En el socavón está el duende. La prohibición acuciaba nuestro deseo, el oscuro socavón era nuestro sueño inexplorado y inexplorable. Balanceando el cuerpo para ver un poquito más adentro, balanceando la desobediencia y la curiosidad, algún entraríamos. Un día... viviremos misteriosas aventuras. Un día, algún día... y seguimos, confiando hasta que los años rompan la límpida estera de la ingenuidad.

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